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Análisis del Evangelio de Lucas Autor: Lucas, el médico amado. También es el autor del libro de Los Hechos; ambos libros están dirigidos a la misma persona. Lucas fue amigo íntimo y compañero de viaje de Pablo, muchos eruditos ven algo de la doctrina de Pablo en el evangelio de Lucas. Destinatarios: A Teófilo, cuya identidad se desconoce. La evidencia interna indica que el libro fue escrito especialmente para los gentiles. Esto se deduce del hecho de que el escritor se esfuerza para explicar las costumbres judías y algunas veces sustituye nombres hebreos por griegos. Propósito: Dar una narración ordenada y coordinada de la vida de Cristo como la vieron los testigos oculares (1: 1 - 4). Texto Clave: 1:4 "para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido." Autor y objeto del evangelio Lucas es, de los cuatro evangelistas, el que más se aproxima a nuestro concepto actual de historiador. Cuidadoso en su trabajo, es probable que al comenzar a prepararlo tuviera ya prevista la publicación de una obra compuesta de dos volúmenes. El primero es el evangelio que lleva su nombre; el segundo, Hechos de los Apóstoles. Con la publicación de estos libros, el autor quiso transmitir un mensaje de valor universal: que Jesús, el «Hijo del Altísimo» (1.32), representa el último capítulo del desarrollo de la humanidad; y que su existencia terrenal, manifiesta bajo la denominación de «Hijo del hombre» (6.22), significa que Dios ha venido a establecer su Reino entre nosotros, y que nos invita a participar de esta realidad nueva y definitiva (17.20–21). Desde el mismo prólogo del evangelio (1.1–4), Lucas revela una gran preocupación por referir con detalle «la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas» (1.1). Y aun cuando él no había vivido personalmente el acontecimiento de Cristo, trata de proclamarlo tal y como «nos las enseñaron los que desde el principio las vieron» (1.2). Con ese objeto se había entregado de antemano a investigar «con diligencia todas las cosas desde su origen» (1.3). Igual como haría tiempo después al componer el libro de los Hechos de los Apóstoles, también ahora dedica Lucas su «primer tratado» (Hch 1.1) a un personaje de relieve llamado Teófilo, acerca de quien no ha llegado hasta nosotros mayor información. Solo le conocemos por esas dedicatorias que, en el marco de sus respectivos prólogos (Lc 1.1–4; Hch 1.1–5), corresponden a las formas literarias usuales entre los escritores griegos de entonces. Lucas, ciertamente, se preocupó por narrar de manera inteligente y ordenada cuanto sabía acerca de la persona y el ministerio de Jesús; sin embargo, no es menos cierto que, en sentido estricto, nunca pretendió escribir una biografía, sino un evangelio. Su intención no estuvo simplemente orientada a dar a conocer la vida y las características personales y la actividad de Jesús en medio de la multiplicidad de situaciones religiosas, políticas y sociales en que se desarrolla el drama humano. Lucas, el evangelista, escribe desde la fe y para la fe, rindiendo con ello un personal testimonio de que Jesús es el Mesías que ha venido a dar cumplimiento perfecto al plan salvador dispuesto por Dios antes de todos los tiempos. Características teológicas y literarias El Evangelio según san Lucas (=Lc) se ajusta, en términos generales, a los esquemas de Mateo y de Marcos. Ahora bien, se advierte en seguida que Lucas trabajó y pulió su texto con especial esmero. Desde el punto de vista literario, gran parte de los materiales redaccionales comunes a los tres evangelios sinópticos los encontramos más depurados en el tercero de ellos que en los otros dos. Esto es posible merced al dominio que Lucas posee del idioma y a la riqueza del vocabulario que maneja. La amplitud de sus recursos estilísticos se manifiesta incluso cuando, a fin de reproducir con fidelidad determinadas formas del habla popular aramea (sobre todo en discursos de Jesús), introduce conscientemente semitismos o palabras griegas que se alejan del nivel culto habitual en él. A partir del prólogo, el texto de Lucas puede distribuirse en cinco secciones: La primera sección (1.5–2.52), sin paralelo en Mateo y Marcos, contiene los relatos entrelazados del nacimiento de Juan el Bautista y de Jesús. Concurren aquí algunas circunstancias que los asemejan: la aportación de datos históricos (1.5 y 2.1–5); la aparición del ángel Gabriel a Zacarías y a María (1.19 y 1.26); los respectivos mensajes de que el ángel es portador (1.11–20 y 1.26–38); los cantos de María y Zacarías en alabanza al Señor (1.46–55 y 1.67–79); el nacimiento de Juan y el de Jesús, y la circuncisión de ambos en cumplimiento de lo establecido por la Ley mosaica (1.57–59 y 2.6–21). Comienza la segunda sección (3.2–4.13) situando históricamente (3.1–2) un conjunto de hechos: la predicación y el encarcelamiento de Juan el Bautista (3.1–20), el bautismo de Jesús (3.21–22) y la tentación en el desierto (4.1–13). Lucas, lo mismo que Mateo (Mt 1.1–17), inserta una genealogía; pero en lugar de limitarla a la ascendencia hebrea de Jesús, la hace remontar hasta Adán (3.23–38), para dar énfasis al carácter universal de la obra del Señor. La tercera sección del evangelio (4.14–9.50) comprende el ministerio público de Jesús en Galilea, donde enseñó, predicó, reunió a sus discípulos, sanó a enfermos y posesos, hizo milagros y anunció que había de sufrir, morir y resucitar. Hay aquí textos muy importantes: la parábola del sembrador (8.4–15), la resurrección de la hija de Jairo (8.40–56), la confesión de Pedro (9.18–20) y la transfiguración del Señor (9.28–36). También tenemos aquí relatos que Mateo y Marcos no recogen, como la resurrección del hijo de la viuda de Naín (7.11–17) y la visita del Señor a casa de Simón el fariseo (7.36–50). En la cuarta sección (9.50–19.27) se agrupan numerosos pasajes exclusivos de este tercer evangelio. Entre otros, una serie de parábolas muy conocidas: el buen samaritano (10.25–37), la higuera estéril (13.6–9), la gran cena (14.15–24), el hijo pródigo (15.11–32), el rico y Lázaro (16.19–31), la viuda y el juez injusto (18.1–8), el fariseo y el publicano (18.9–14) y las diez minas (19.11–27). La quinta sección (19.28–24.53) narra los acontecimientos finales de la vida terrena de Jesús. Son sus últimos días, que tienen por escenario único a Jerusalén. Todos los hechos ocurren en esta ciudad, desde el día en que las gentes reciben en triunfo al Señor (19.28–38) hasta que es arrestado, procesado, crucificado, muerto y sepultado. Los sufrimientos, la muerte y la resurrección del Señor (22.47–24.49) constituyen el punto culminante del relato de los cuatro evangelios, cada uno de los cuales aporta en exclusiva alguna información que no se encuentra en los demás. En el caso de Lucas, destaca como noticia propia la presentación de Jesús resucitado a los discípulos en el camino de Emaús (24.13–35). Lectores, lugar y fecha de composición El presente evangelio fue escrito para cristianos de procedencia gentil. Desde la antigüedad se ha mantenido con criterio prácticamente unánime la identificación de su autor con Lucas, el compañero de Pablo (2 Ti 4.11; Flm 24), a quien este se refiere en Col 4.14 como «el médico amado». Pero ningún otro dato en relación con nuestro evangelista ha quedado consignado en el NT. Así, se ignora en qué sitio y en qué tiempo fue redactado el evangelio. Solamente a título de hipótesis se han apuntado lugares tan diversos como Corinto, Éfeso y Roma, y fechas que van desde el año 60 hasta el 95. Esquema del contenido [las subdivisiones que aparecen en el texto se han agrupado en unidades mayores]:
Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998. La Biblia de Referencia Thompson, Versión Reina-Valera 1960, Referencia Temática # 4249. |