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Análisis del Evangelio de Mateo Autor: Mateo (también llamado Leví), uno de los doce apóstoles. Fue sin duda un judío que también era publicano romano. Destinatarios: Principalmente los judíos. Este punto de vista está confirmado por el hecho que hay cerca de 70 referencias a las profecías judías y cerca de cuarenta citas del Antiguo Testamento Resalta especialmente la misión de Cristo a los judíos, Mt 10: 5 - 6 y 15:24 Mt 10:5 - 6 A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones diciendo: «Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Mt 15:24 24 Él, respondiendo, dijo: —No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.Palabras Claves: Cumplimiento, la cual está repetida con frecuencia para indicar que las profecías del Antiguo Testamento se cumplieron en Cristo. Reino aparece cincuenta veces y el Reino de los Cielos treinta veces. Propósito Evidente: El de mostrar (a los judíos sobre todo) que Jesús de Nazaret era el Mesías soberano de la profecía judía. Particularidades:
Autor y objeto del evangelio Con notable unanimidad, la tradición de la iglesia ha atribuido desde el s. II la composición de este evangelio a Mateo el publicano (9.9; 10.3), llamado también Leví, hijo de Alfeo (Mc 2.14; Lc 5.27), el recaudador de tributos públicos a quien Jesús llamó y unió al grupo de sus discípulos (10.1–4; Mc 3.13–19; Lc 6.13–16). Se ha dicho que Mateo (=Mt) es por excelencia el evangelio de la iglesia. Escrito para instruir acerca de Jesucristo al nuevo pueblo de Dios, se ofrece ante el lector como un texto de estructura básicamente didáctica. Características teológicas y literarias Es evidente que Mateo está más interesado en recopilar y presentar en su obra el pensamiento de Jesús que en dotarla de un contenido puramente narrativo. Consecuencia de este enfoque es que el evangelista nos haya transmitido un enriquecedor cuadro de la cristología de la iglesia primitiva, cuadro que podría resumirse en cuatro puntos fundamentales: (1) Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, es el Mesías esperado por el pueblo judío. (2) En Jesús, descendiente de David (1.6; 20.30–31; 21.9), se cumplen las profecías mesiánicas del AT. (3) El pueblo judío no llegó a comprender cabalmente la categoría espiritual ni la profundidad de la obra realizada por Jesús en obediencia perfecta a la voluntad de Dios. (4) El rechazo de Jesús, el Cristo, por parte del judaísmo palestino, proyectó el mensaje evangélico al mundo gentil, revelando de ese modo su sentido universal. Rasgo característico de este primer evangelio es su continua referencia al AT, con el objeto de demostrar que las Escrituras tienen su pleno cumplimiento en Jesús (1.22–23; 2.15,17–18,23; 4.14–16; 8.17; 12.17–21; 13.35; 21.4–5; 27.9–10). Mateo, más que Marcos y Lucas, prodiga las citas de la Ley y los Profetas (5.17,18; 7.12; 11.13; 22.40) y, con frecuencia, da fe de tradiciones y prácticas religiosas judías vigentes en la época (cf., entre otros, 15.2; 23.5,16–23). También nos presenta Mateo a Jesús como el intérprete infalible de las Escrituras. Él es el Maestro sin igual, que desde la verdad y la autenticidad descubre lo falso de ciertas actitudes humanas aparentemente piadosas, pero en realidad llenas de avidez por recibir el público aplauso (6.1). Recuérdese al respecto la crítica de Jesús al reparto de limosnas a toque de trompeta (6.2–4), a la engreída ostentación de las oraciones callejeras (6.5–8; 23.14) y a la hipocresía de los ayunos practicados con el afán primordial de impresionar a la gente (6.16–18). Especialmente interesante es el tratamiento que Mateo da al aspecto pedagógico de la actividad de Jesús. Mientras que Marcos y Lucas asocian las palabras del Señor a la ocasión en que fueron pronunciadas, Mateo las dispone de modo ordenado. A menudo las reúne en amplias unidades discursivas, compuestas con objeto de ayudar a los creyentes a aprenderlas de memoria. Cinco de ellas, muy conocidas, se destacan por su extensión:
Estos sermones o discursos aparecen en el evangelio precedidos y seguidos por determinadas fórmulas literarias que sirven de marco dramático a cada composición (5.1–2 y 7.28–29; 10.5 y 11.1; 13.3 y 13.53; 18.1 y 19.1; 24.3 y 26.1). Por otra parte, no son estos los únicos discursos. Mateo contiene muchas otras enseñanzas y exhortaciones de Jesús a sus discípulos (p.e., 8.20–22; 11.7–19,27–30; 12.48–50; 16.24–28; 22.37–40), así como amonestaciones dirigidas a escribas y fariseos (22.18–21; 23.1–36) o incluso a Jerusalén (23.37–38) y a algunas ciudades de Galilea (11.20–24). El tema predominante en la predicación del Señor es el reino de Dios (9.35), generalmente designado en este evangelio como «reino de los cielos» y contemplado en su doble realidad presente (4.17; 12.28) y futura (16.28). La proclamación de la proximidad del reino es también el anuncio que Jesús encarga a sus discípulos (10.7), a quienes, después de resucitado, les prometerá su presencia permanente en medio de ellos: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (28.20). Mateo escribe su obra siguiendo, en líneas generales, el esquema de Marcos, aun cuando a cada paso pone su sello personal en los textos que redacta. En cuanto a los materiales narrativos utilizados, si bien muchos son comunes a Marcos y Lucas, hay alrededor de una cuarta parte que aporta Mateo de manera exclusiva. Los relatos de Mateo, más concisos que los de Marcos, son de un estilo severo y pulcro, y mantienen cierto tono ceremonial que induce a pensar en un escritor de formación rabínica. A ello contribuye la presencia en el texto de no escasos elementos literarios que son típicamente hebreos.
Lengua, tiempo y lugar de composición Este evangelio, como todos los libros del NT, ha llegado a nosotros en lengua griega. Desde los primeros siglos de la vida de la iglesia, se viene discutiendo la posibilidad de que hubiera sido redactado inicialmente en arameo y traducido más tarde al griego; pero no hay constancia histórica alguna de que esto haya sido así. Lo cierto es que el texto griego de Mateo es el único que se conoce. Sin embargo, dados los abundantes giros semíticos que hay en él, debió haber sido su autor que fue un judío cristiano que escribió para lectores igualmente de origen judío, pero de habla griega. Respecto al lugar y tiempo de composición del evangelio, no es posible fijarlos con exactitud. Muchos piensan que pudo haber sido escrito en tierras de Siria, quizás en Antioquía, después que los ejércitos romanos destruyeran Jerusalén en el año 70. Esquema del contenido [las subdivisiones que aparecen en el texto se han agrupado en unidades mayores]:
Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998. La Biblia de Referencia Thompson, Versión Reina-Valera 1960, Referencia Temática # 4247. |