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Análisis del Libro del Profeta Miqueas Autor: Miqueas, natural de Moreset, Judá.Fecha: Profetizó durante los reinados de Jotam, Acaz y Ezequías, fue contemporáneo de Isaías. Nombre: Su nombre significa "el que es como Jehová". Perteneció a Judá, pero habló tanto a Judá como a Israel. Pasajes Notables: La definición de la verdadera religión, 6:8 El profeta y su medio El encabezamiento del libro (1.1) dice que Miqueas, natural de Moreset (o Moreset-gat, cf. 1.14), lugar situado a unos 40 km. al sudoeste de Jerusalén, vivió «en los días de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá». Fue, por tanto, uno de los profetas del siglo VIII a.C., contemporáneo de Isaías (Is 1.1), Oseas (Os 1.1) y Amós (Am 1.1). Miqueas, lo mismo que Isaías, ejerció su actividad en Judá; pero dirigió también sus proclamas a Israel, el reino del norte. Y su talante, lo mismo que el de Amós -«uno de los pastores de Tecoa» (Am 1.1)-, está marcado con el signo de la existencia campesina. En este profeta se descubre un interés inmediato por problemas característicos de la sociedad agrícola. En medio de ella, sin duda, se había desarrollado su personalidad, puesto que las labores del campo eran las propias de la Sefela, región a la que Moreset pertenecía, la zona de monte bajo que se extiende entre las montañas de Judá y las llanuras de la costa del mar Mediterráneo. Una tierra buena, de suaves y fértiles colinas, donde Miqueas vivió desde niño las amarguras del campesino humilde y sometido a la prepotencia de quienes «codician campos..., oprimen al hombre y a su familia, al hombre y a su heredad» (2.2). El libro y su mensaje El libro de Miqueas (=Miq) consta de tres partes. La primera está formada por los cap. 1–3, y en ella predominan los temas de índole social, con el mismo trasfondo crítico propio del profetismo de aquella época. En la voz de Miqueas se perciben tonos extremadamente duros cuando reprende a «Samaria y a Jerusalén», es decir, a Israel y a Judá. Porque en ambas se fomenta la maldad de los gobernantes y los poderosos (3.1–3), la injusticia de los jueces (3.9–10) y la corrupción de los sacerdotes y los profetas (3.5–7, 11); de modo que por causa de todos ellos, «Sión será un campo arado, Jerusalén se convertirá en montones de ruinas y el monte de la Casa se cubrirá de bosque» (3.12). Este terrible anuncio de la destrucción de Jerusalén y del Templo impresionó tan profundamente a los habitantes de la ciudad santa, que un siglo después lo recogió íntegramente Jeremías en su profecía (Jer 26.18). Los cap. 4–5 componen la segunda sección del libro. Todavía se escucha en ella el eco de las anteriores amenazas, pero en el pensamiento de Miqueas predomina ya la esperanza de un tiempo último (4.1) en el que Judá e Israel andarán «en el nombre de Jehová, nuestro Dios, eternamente y para siempre» (4.5). Entonces habrá salvación, Jerusalén será restaurada y acudirán a ella las naciones, diciendo: «Venid, subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob». Allí conocerán los caminos del Señor y recibirán la instrucción de su palabra (4.1–2). De Belén, el pequeño pueblo donde nació el rey David, saldrá otro rey, «que será Señor en Israel» y que también «será nuestra paz» (5.2, 5). Entonces se acabarán las guerras, y las armas se transformarán en instrumentos de paz y de trabajo; entonces «convertirán sus espadas en azadones y sus lanzas en hoces. Ninguna nación alzará la espada contra otra nación» (4.3). El texto de Miqueas, en su tercera sección (cap. 6–7), se dirige particularmente a Israel. Hay un intenso acento de amargura cuando el profeta reprocha la infidelidad con que el pueblo responde a la bondad de Dios: «Pueblo mío, ¿qué te he hecho o en qué te he molestado?» (6.3); porque en Israel triunfa la maldad (6.10–7.6), y es tanta la corrupción moral, que la amistad se desvanece, la justicia se compra y se vende, la desconfianza separa incluso a los cónyuges y la recíproca falta de respeto destruye la convivencia familiar (7.1–6). Pero, no obstante, en la profecía prevalece la esperanza sobre todos estos males, la seguridad de que todavía el Señor tendrá misericordia de los suyos, del pequeño «remanente de su heredad» que haya quedado limpio de pecados e infidelidades tras la prueba purificadora que el Señor traerá sobre Israel (7.18; cf. 2.12; 4.6–7; 5.7–8). Miqueas, al fin del libro, expresa su confianza en que el Señor, el cual «se deleita en la misericordia» (7.18), cuidará a Israel también en el futuro, lo pastoreará como ya hizo «en el tiempo pasado», cuando lo sacó de Egipto y le mostró sus maravillas (7.14–20). Esquema del contenido:
Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998. La Biblia de Referencia Thompson, Versión Reina-Valera 1960, Referencia Temática # 4240. |