|
|
Jeroboam (el pueblo aumenta). Nombre de dos reyes del reino del norte de Israel.1. Primer rey de Israel después de la separación de Judá (931–910 a.C.). Era efrateo, hijo de Nabat y la viuda Zerúa. Se destacó en la construcción de Milo y llegó a ser superintendente de la obra. Se rebeló contra Salomón por las injusticias y la opresión económica y tuvo que huir a Egipto. Camino a Jerusalén el profeta Ahías le reveló que Dios le quitaría diez tribus a Salomón por su pecado y se las entregaría a él (1 R 11.29–35). Una vez que muere Salomón, regresa de Egipto y estuvo entre los que pidieron a Roboam que aliviara las cargas que su padre impuso. Cuando Roboam rechazó la petición, las diez tribus se rebelaron y proclamaron a Jeroboam rey en Siquem (1 R 12.12–20). Solamente Judá permaneció con «la casa de David» (1 R 12.20). Jeroboam fue agente del juicio de Jehová contra Judá, pero fue presa de la ambición personal. Tuvo éxito en la revolución, pero su fracaso en el establecimiento de una dinastía, señala que dependía más de su personalidad que de principios. Los dos pueblos que surgieron de la división a menudo estaban en guerra entre sí. Tal fue el odio que surgió entre ambos que la nación del norte no tenía acceso al templo y su culto. Por tanto, para que el pueblo no regresara a Judá por razones religiosas, Jeroboam hizo Becerros de oro y los colocó en Dan y Bet-el. Estos becerros, hechos como símbolos de la presencia y poder de Jehová, llegaron a ser ídolos en la mente del pueblo. Para mantener la religión independiente de Jerusalén, Jeroboam nombró sacerdotes que no eran de la tribu de Leví. Así Jeroboam «hizo pecar a Israel» y aun otros reyes anduvieron en «el pecado de Jeroboam». Por haber imitado a los pueblos fronterizos en sus prácticas idolátricas, Jeroboam fue amonestado (1 R 13.1, 2; 14.7–12). 2. Jeroboam II. Decimotercer rey de Israel, hijo y sucesor de Joás (ca. 793–753). Aprovechó las victorias de su padre, el estado débil de Siria y la preocupación de Asiria con Armenia, y extendió las fronteras del reino hasta Hamat y Damasco. Así cumplió la profecía de Jonás (2 R 14.23–29). El hecho de que los israelitas cobraran tributo, en vez de pagarlo como antes, trajo gran prosperidad a la nación. Pronto se dieron los extremos de lujo y de pobreza. Los ritos en los santuarios de los becerros de oro ocuparon el lugar de la justicia y la misericordia. El pueblo confiaba en su éxito material y se olvidaba de Dios. Por todos estos pecados Amós profetizó contra los poderosos que vivían en las ciudades y en particular contra los gobernantes (Am 2.6, 7; 5.21–24; 6.1–8; 7.10–17). |